Nacer en un país como Colombia te hace habituarte a tener ciertos comportamientos, como por ejemplo el pensar siempre cómo gastar menos pero conseguir más.
Desde que era pequeña recuerdo como mis papás me acostumbraron a preguntar por el precio de las cosas seguido de un: ¿Y en cuánto me lo deja?. Cosa que no solo aplica para negocios pequeños. Sé que mi papá aún sería capaz de preguntar por descuento en una tienda de Nike.
Y la verdad no lo juzgo, así se acostumbraba a sacarle jugo al dinero. Pues en países como el mío, de eso trata: hacer más con menos, ser recursivos, «echar pa´ lante,»
La cosa es que actualmente nos enfrentamos a una realidad donde la mayoría de tiendas tienen precios fijos, donde lo más parecido a sacar provecho es comprar en época de rebajas, y donde si se da el caso de encontrarnos con un diseñador independiente o pequeño emprendimiento, retomamos nuestras costumbres, pensando que es más que obvio recibir un descuento por hacerles el «favor de comprar algo» y contribuir a su crecimiento, y si el precio es mayor que el de una tienda mayorista o de retail reconocida, entonces no lo compramos, porque sabemos que lo podemos conseguir ahí más barato.
El error está en no valorar el trabajo que supone para un emprendedor competir en el mercado con marcas tan grandes. No pensamos que hay detrás de una prenda de buena calidad, si está hecha con materiales y procesos amigables con el medio ambiente, si su mano de obra tiene condiciones justas de trabajo, si es un producto local que contribuye a la economía de origen o si por el contrario no tenemos ni idea a quien beneficia nuestro gasto.
Pero esto a los Colombianos nos cuesta, porque no nos programaron para pensar de esa manera. Tenemos una cultura influenciada por hábitos norteamericanos, nos creemos consumidores con un super poder adquisitivo para comprar todo lo importado, pero a la hora de invertir en el producto local siempre queremos exigir un menor precio. No valoramos la mano de obra local, el valor de un artesano, la originalidad y creatividad CRIOLLA.

Yo pensaba así hasta que viviendo en Alemania me tope con una cultura europea donde todo cuesta. No consigues productos personalizados o únicos sin pagar mucho dinero por ello. AQUÍ es donde cambie mi perspectiva, empecé a cuestionar el por qué de esto y con el tiempo deje de fijarme inmediatamente en el precio de las cosas, esa fijación programada de mirar primero cuanto cuesta y luego cuanto me queda. Cambie el chip. Y esto no quiere decir que sea la REINA DEL SUR con millones, simplemente soy consiente de que tengo dos opciones:
- Ahorro, soy paciente y hago una compra más consiente que me pueda durar por años. Sé con plena seguridad a quienes contribuyó con mi compra, Sé que un precio más alto puede ser sinónimo de un pago justo para quienes crearon ese producto, quienes lo diseñaron y los distribuyeron.
- No ahorro, gasto menos, me dejo llevar por mi impulsividad y mi ego, la necesidad de presumir algo nuevo, compro algo que probablemente me durará máximo un año, y no pienso en todo lo que esta detrás de esa prenda, porque al fin y al cabo estoy viviendo en el aquí y el ahora.
¿Suena familiar? es normal que así sea …
Es normal que nos cueste pensar más allá del aquí y el ahora, no obstante es el mundo el que nos está obligando a generar cambios, pensar en el futuro y en cómo queremos que las siguientes generaciones aprendan nuevos comportamientos de consumo.
¿ENTONCES COMO PUEDO CAMBIAR EL CHIP?
Ahora al entrar a un lugar primero veo que algo me guste. Por encima de todo. (intento no mirar precios). Luego me fijo en todo lo que está escrito en la etiqueta, dónde fue producido, con qué materiales, y ya por último miro el precio. Aplica también si la compra es online. Si es online es mucho mejor porque puedes investigar en poco tiempo si es una tienda con buenas prácticas o si de lo contrario no lo es.
No siempre es un precio que yo pueda darme el lujo de pagar, y cuando es así simplemente no compro nada, acepto que puedo esperar y sigo mirando opciones pero bajo el mismo concepto.
Esto no quiere decir que piense que esté mal comprar en tiendas de moda convencionales. Estas tiendas ofrecen versiones de sus productos con líneas ecológicas, a precios un poco más altos y las han ido introduciendo lentamente para ver la aceptación que tienen. También sé que estas empresas están en su mayoría obligadas a públicamente demostrar cuáles son sus condiciones de producción. Es solo cuestión de hacer un poco de INVESTIGACIÓN antes de comprar, como lo he dicho anteriormente.

El punto es que ahora mis compras son exactas, son esporádicas y no me dejo llevar por esto:
5 prendas de baja/mediana calidad = 70 euros (BUENA OPCIÓN)
1 prenda de excelente calidad = 70 euros (MALA OPCIÓN)
La cantidad ya no me importa, se pueden hacer maravillas con pocas prendas, como un ARMARIO CAPSULA.
Se puede también comprar a un menor precio en tiendas de segunda mano y se puede sobrevivir sin comprar algo nuevo cada vez que tienes un evento, una reunión o simplemente querías presumir la última tendencia.
Cuando tu cerebro te quiera controlar simplemente recuerda como estaba vestida tu amiga Fulana cuando la viste aquel día. ¿Te acuerdas? ¿Te importa? ¿ES RELEVANTE? ¡creeo que no!
PD: Este artículo lo he escrito de mí para ustedes pero sobre todo, de mí para mí, para que no se me olvide. Cambiar hábitos es como hacer ejercicio: tienes que hacerlo muchas veces para que funcione. Lo importante es que haya voluntad ❤